domingo, 6 de noviembre de 2011

Huir, esa fue la ultima palabra que se me hubiera pasado por la cabeza, nunca me había gustado huir de nada ni de nadie, pero ahí estaba mi mayor temor, el ejemplo que confirmaba la regla, estaba él, el que hacia que mis piernas temblasen como si debajo de ellas hubiera el mayor terremoto que jamás nadie podría haber imaginado, él, que al oír su voz se paraba el mundo, que al imaginarme sus labios rozando los míos, mi piel se convertía en la de una gallina con piel de gallina. Que si me dieran a elegir, una vida feliz y contenta o un segundo al lado suyo, elegiría el segundo para decirle en un suspiro que le quiero.

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